Anagrama; «Compactos 50»
Delphine narra sin tapujos el suicidio de su madre; las últimas páginas son tan dolorosas como hermosas. Quizá algunos lectores experimenten una suerte de camino existencial con su lectura. No estaba seguro si ahí, debajo de un manzano, en una triste y sucia banca de concreto, debía terminar la novela. Claro que sí, aquí nació y se murió mi generación. Pensé en Mario. Pensé en Luis. Y también en los días tristes de aquel lugar, donde los locos se apagan poco a poco.
¿Qué es exactamente una novela autobiográfica? ¿Es ficción y realidad mezcladas? ¿Qué sucede y qué se inventa? Delphine condensa el ejercicio de la memoria en tres capítulos, presentándonos primeramente a sus abuelos y la creciente familia. La segunda parte aborda el quehacer literario de la propia escritora-narradora, quién pretende hilvanar ese camino hacia su madre; una mujer con un delirio por la muerte, la desesperanza. Una sobreviviente. Una suicida. La tercera parte cierra con el suicidio tardío y bien pensando de Lucile.
Es difícil calificar este tipo de novelas, porque nos acercan de un modo muy íntimo a la tragedia. Nos duelen porque se vuelven personales. No vemos personajes, nos dibujan personas. Digamos que la ficción pasa a un segundo plano, para dar paso a esa suerte de realidad mezclada con literatura. ¿Será ése su mérito? Lo hace bastante bien, Lucile es una mujer hermosa, meticulosa, extremista, caótica, reservada, perdida, rota, muerta en vida a quien acompañamos por su larga lucha por la sobrevivencia.
Su historia duele, pone de manifiesto un tema todavía, en algunos lugares, censurado, tabú: el suicidio.
Muchas gracias, me despierta el interés por abordar el libro, es un tema tan cotidiano pero bien eitquetado como tabú que no permité confrontarlo desde todas las caras que desembocan a raíz de quién decide sobre su propio final.